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¡Al abordaje, muchachas!

Línea roja

Por: Gracia Dalgalarrando, CEO de WoomUp.

A las mujeres nos falta creernos el cuento. O un poco más de garra. Pese a que la mujer es una reconocida defensora por naturaleza de sus hijos, esa fiereza no se traspasa al ámbito profesional. No es sólo una percepción: según un informe interno de Hewlett Packard, un hombre postula a un trabajo si cree que cumple con el 60% de los requisitos y la mujer no postula hasta que no cumple con el 100%. Un exitoso socio de un estudio de abogados me decía hace poco que los hombres empiezan a exigir ser socios cuando llevan trabajando apenas un par de años. Las mujeres, en cambio, aun cuando se ha hecho público el ofrecimiento, no se lo creen hasta que están en el puesto.

¿Por qué las mujeres no llegan a altas posiciones? Se ha estudiado que las mujeres prefieren quedarse en su propio nivel principalmente por la falta de modelos a seguir; por no tener un sponsor que las potencie para llegar a mejores posiciones; o porque son excluidas de las redes informales, más conocidas como networking, representadas en clubes de Toby o “pichangas” con los de la oficina.  Eso, sumado a nuestros miedos, nos hace quedar estancadas en mandos medios y no llegar a altas posiciones. En Chile, pese a que son más mujeres que hombres estudiando en la educación superior, sólo el 55% de las mujeres trabaja. Y apenas un 5% está en cargos directivos. ¿Somos nosotras o es la cultura la que nos detiene?

La respuesta más fácil sería decir que es culpa del machismo. Algo de eso hay, por cierto. Un estudio de McKinsey comprobó que los jefes siguen dejando a un lado a las mujeres de un posible ascenso bajo la creencia de que no podrán hacerse cargo de algunos trabajos o porque tendrán que enfocarse en sus obligaciones familiares.  Para  una chilena en edad fértil, ir a una entrevista laboral es sinónimo de prepararse para la incómoda e inapropiada pregunta de si quieres tener hijos. En mi primera entrevista de trabajo, me preguntaron cómo creía que iba a lograr compatibilizar, en diez años más, mi familia con el trabajo. No creo que a mis colegas hombres les hayan hecho esa pregunta.

Sin embargo, uno de los factores que más detiene a las mujeres de avanzar a altos cargos no tiene que ver con la cultura organizacional, sino que con las propias barreras sicológicas y miedos que nosotras nos imponemos.

Nadie dice que todas las mujeres tengan que ser jefas. Una razón de por qué las mujeres no buscan promociones es porque algunas no están interesadas en dirigir empresas, lo cual es completamente válido. Lo preocupante es que existen muchas otras que no buscan el ascenso únicamente por miedo. Miedo a no saber compatibilizar la familia con el trabajo o a no poder manejar el estrés de un cargo de alta responsabilidad. Así es como le cerramos la puerta a las oportunidades, incluso antes de que se nos hayan presentado.

En el fondo, pareciera ser que nos da miedo lanzarnos. Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook, da cuenta de algunas de estas barreras sicológicas, como el síndrome del fraude. Las mujeres dudamos mucho más que los hombres cuando se nos ofrece un cargo con más responsabilidad, porque creemos que fue simplemente por suerte, que todavía no estamos preparadas para esa etapa o que nuestro desempeño puede ser un gran fracaso. Y lo digo por experiencia propia. Cuando me preparaba para estudiar en Estados Unidos, mi nerviosismo de ser descubierta como el error de la oficina de admisión era enorme. Al mismo tiempo, le preguntaba a mis amigos hombres que iban a estudiar un postgrado en otras reconocidas universidades si sentían el mismo nerviosismo y me miraban extrañados; algunos incluso se reían de la idea.

Aunque no existe una fórmula mágica para la baja representación de mujeres en altos cargos, hay diferentes acciones que podemos tomar como sociedad. Por de pronto, fomentar la corresponsabilidad en la casa para que tanto el hombre como la mujer participen de forma equitativa y permanente en las labores del hogar y, de esta forma, no sea sólo la mujer quien deba compatibilizar su vida familiar con la profesional.

Hay que partir por nosotras mismas. Atreverse a perder el miedo. Dejar de ponerse el parche antes de la herida, pensando equivocadamente que nuestro progreso laboral va a afectar nuestra vida personal. Esa idea va minando nuestros sueños. Aprendamos de los hombres que no se examinan tanto y toman las oportunidades que se les presentan. Debemos dejar de lado esos miedos y agarrar más de lo que hay en la mesa. Lanzarnos fuera de nuestra zona de confort. Será recompensado.

 

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