Marynella Salvador

Directora Centro de Desarrollo de Negocios Santiago

Biografía:

Actualmente trabajo en Centro de Negocios Sercotec Santiago en el cargo de Directora. Anteriormente trabaje en varias (contundente lista).

Me gradué el año 1982 de la carrera de Ingeniería Comercial en la Universidad Chile. Además hice un Master en University of London en Economía.

Me especializo en el área de generación de redes. Durante mi carrera profesional he demostrado tener habilidades en hacer que las cosas sucedan, y he adquirido conocimientos específicos en modelo de negocios, estrategia, investigación de mercado, etc.

Más sobre mí:

Escribir una biografía en función de las experiencias, del cómo nos vemos y cómo nos ven para que sea algo integrado me ha resultado un ejercicio donde no me quedan claras las fronteras de MI SER, y en dónde lo público y lo privado se mezclan hay veces con cariño, otras con reclamos, otras con sorpresas en conversaciones que parecían terminadas y en otras que están por empezar.
Para escribir esta biografía, exigencia de un entrenamiento que tuve hace unos años, estuve tentada a hacer una encuesta a quienes me han conocido a lo largo de mi vida, para ver cómo esta identidad que he ido construyendo se vuelve a mi en la voz de los otros, – de mis otros. Desistí, tomaré en cuenta algunas conversaciones que he tenido , para ir construyendo un relato que aún no se si será coherente, lo que debo reconocer me divierte.
Escucharé en mi relato a mis voces antiguas, a mis voces nuevas, a mis otras voces, a mis expectativas y a mis especulaciones, a mis preguntas anteriores, a mis preguntas actuales y a mis futuras preguntas, anticipo que no tendré respuestas a todas y reconozco que no me importa, o más bien que me importa menos. Soltaré, soltaré. Observo que he mantenido demasiadas conversaciones privadas sobre mi identidad.
En mi camino he habitado distintas identidades, unas en la que, tozudamente, me he forzado a vivir por el querer vivir en el deber ser y otras en las que he habitado con mayor paciencia y cariño. Mis identidades han ido y venido con mi devenir, probándome, punzándome, atreviéndose a mostrarme "yoes" distintos, hay veces, el yo que vivía no era el que yo quería ser o el que me había comprometido a ser, tampoco el que se reflejaba en el otro, en algunas ocasiones mis identidades se alineaban y mis "yoes" descansaban en el Olimpo. Ellas, mis identidades han estado enmarcados en diferentes períodos de mi vida, han convivido paralelamente hay veces, han ido y han venido, se han fortalecido o se han extinguido, y hoy estoy aquí en ese camino misterioso que antes me asustaba y hoy me deleita. Mis identidades asociadas a mis momentos, a mis devenires. Estoy aquí frente a los momentos de mi vida, los he elegido de manera cronológica en una línea del tiempo, en cuyos períodos, señalados a continuación, han habido cambios importantes, ya que dejaba o fungía ciertos roles, ciertas formas de ser significativas y me sumergía en nuevas etapas, con el quehacer compartido de diferentes personas, que si bien debo reconocer, en la esencia me mantenía, se me abrían espacios de conversaciones distintas conmigo misma y con mi entorno.

Nací apurada en Quito-Ecuador, a los 8 meses de gestación, un 24 de diciembre de 1957, poniendo con prisa el mundo delante mí, creyendo que todo es posible. No tengo certeza de la hora de mi nacimiento… mi padre me inscribió a una hora y mi madre que siempre me había dicho que vi la luz, “cerca de la media noche, casi como Niño Dios”, ya entró en la etapa de olvido y no recuerda hora alguna. Declaro que nací a las 11 de la noche. Para mi es importante cumplir años, una pena que haya coincidido con la Navidad… Con los años aprendí a no competir con la fecha. Mi partida de nacimiento dice “ilegitima” lo que marco durante años mi forma de verme y de creer cómo me veían. El haber nacido en Ecuador, por otro lado marca mi vida y mi identidad a mi llegada a Chile en el año 1974, significó mi entrada a la universidad desde el ser extranjero en un Chile donde lo que estaba al norte era menos desarrollado, incluso las personas….
Mi infancia estuvo marcada por la presencia de mujeres que giraban en torno a un mundo femenino pero machista a la vez, mi abuela amargada y culposa y mi madre gozadora y culposa. Con un padre ausente, del que no tengo mayores recuerdos y cuyo mayor alivio fue su muerte. Mi adolescencia transcurre con la mochila de salir adelante en este mundo femenino luchador que me mostraba mi madre y con la consigna de ser alguien en la vida con el precepto del deber ser consignado y ayudar a la familia. Y desde lo que alcanzo hoy a interpretar se empieza a generar la responsabilidad por el deber ser, con estándares autoimpuestos, sin conversaciones con otros.
Hasta los quince años, vivimos las cuatro: mi abuela, mi madre, mi hermana y yo, en un ambiente de clase media trabajadora, disfrutando de la vida, los paseos y las familias prestadas, que giraban alrededor de la propia disfuncional, atractiva y sexi. Mi madre decidió mantener su soltería oculta bajo su faldón y nos encapsuló en un mundo alejándonos de la rama paterna, de medio-hermanos que nunca conocimos, de tíos y de no se cuánta parentela. Una parte del árbol que jamás relacionamos y que luego de adulta no me interesó cultivar. No le perdoné a mi padre su desamor.
Mi madre nos educó sola, luchando desde su mundo, entre Marx, la izquierda, el comunismo, liderando desde su propia inteligencia y su propio carácter – fuerte por cierto, inventando desde su realidad. Nos puso en el colegio más elitista y capitalista de la ciudad, donde para facilitar el financiamiento -desde pequeña- me gané una beca de estudios. En esta época mi identidad transcurría entre el rosario de mi abuela, el Capital de Marx que quería implementar mi madre, la alta burguesía del colegio al que asistía y los esfuerzos por mantener buenas notas. Era buena alumna, algo inquieta e irreverente para la época. Peculiar según dicen. Mis compañeros me llamaban PERI con cariño, PERINOLA cuando se enojaban. Recuerdo los tirones de oreja de mi profesora de segundo básico y la amarrada a la silla para que estuviera quieta en tercero básico. En mis años escolares, estaba obligada a tener buenas notas, sino perdía la beca, y este “perder la beca”, ahora lo veo, se transforma en un permanente rendir examen, esperar la aprobación y competir para ser reconocida como buena estudiante. Era la compañera “matona” (matea), con un poco de malgenio, cumplidora, exigente, chistosa, con amplia sonrisa, un tanto rara y diferente…Así solían caracterizarme mis compañeros.
Pasé la educación básica y media con muy buenas notas, perteneciendo a clubes de periodismo, de oratoria, de teatro, de parapsicología….Haciendo una que otra travesura, – sacando el auto sin permiso y perdiéndome en el páramo, seduciendo a mi hermanita para que se tirara de un tercer piso .
A pesar de haber vivido fuera de Ecuador, la mitad de mi vida, de esa época conservo amistades aún cercanas y muy queridas, que siempre están al otro lado de la línea, a pesar de kilómetros de distancia, otros que permanecen en la lista de conocidos y muchos que nunca he vuelto a ver y de los cuales tengo vagos y lejanos recuerdos. Aparecen en esta etapa en mi vida enamoramientos, unos más profundos que otros, fiestas y paseos. Una adolescencia matizada con peleas con mi madre y con la presencia de una abuela muy amargada, todas las mujeres veíamos el mundo de una manera diferente. Allí empieza a forjarse otra de mis identidades en torno a la familia que tendría en el futuro y de la mujer en la que me convertiría.
Repaso los viajes con mi madre y mi hermana. Mi gran y dulce hermana. La mayoría de feriados, largos, cortos y de medio tiempo, nos íbamos a la playa, cantábamos y nos reíamos mucho. De pequeñitas en buses, de más grandes cuando la situación económica mejoró, gracias al trabajo de mi madre – llegó a ser Jefe Departamental de máquinas IBM del Seguro Social en Ecuador. Viajábamos en una camioneta Datsun 1000, con alegría y picardía a la vez. Salíamos de la sierra hacia la costa como gitanas, para descansar, para premiarnos con el calor, el mar y las vacaciones. Que bien lo pasábamos. Como me gusta la playa! Como me gustan las vacaciones, donde te desconectas del mundo y te encuentras con la naturaleza y la familia. Muchas veces disfrutábamos, dos y tres meses, mi hermana y yo, en la costa al cuidado de una empleada. Mi madre se quedaba en Quito por asuntos laborales, que memorias tan exquisitas tengo de esa época. Jugábamos, salíamos de paseo, largos día a la orilla del mar, allí creí que tenía el poder de hipnotizar (algo que 30 años más tarde supe que no tenía).
Mi salud ha sido porfiada y puedo decir que grandiosa a la vez. A los diez años, ya había ingresado al quirófano en dos ocasiones y en una tercera la operación fue al corazón, se realizó en México. Mi madre consiguió una beca de capacitación y por un convenio me llevó para que me operaran en un sitio con mejor tecnología que la existente en Ecuador. Un éxito la operación, me hicieron un injerto- de cerdo. Desde la mirada sobreprotectora de mi madre y hasta los 40 años no hice deporte alguno, con el pretexto de haber sido operada del corazón. No obstante, me negué a verme y a que me vean como una persona con discapacidad. Mientras mis compañeros corrían, saltaban y hacían deportes yo zurcía, tejía y aprendía a poner inyecciones. Me sentía Florence Nightingale. A los quince años luego de haber sufrido desde mi temprana infancia dolores espantosos de cabeza me diagnosticaron un “petit mal” (un tipo de epilepsia no convulsiva). El médico con su amplia sabiduría, le sugiere a mi madre que deje los estudios y que me retire a vivir una vida tranquila, sin stress, sin vida…. Por supuesto, abandoné el médico y me inventé un yo con una enfermedad pero sin un impedimento. Pasé muchos años sin tratamiento….rebelde con la medicina. A la edad adulta, en Chile volví a los médicos, otras dos cirugía menores y largos tratamientos. A los 52 años, un marcapasos, recrudecimiento de la epilepsia y segura de vivir hasta los 100… Provengo de una familia longeva. Hace unos 15 años inicie mi actividad física y empecé a montar bicicleta al menos cuatro veces a la semana (10 Km), camino todo lo que puedo y bailo cuando se presenta la ocasión, trato de reír mucho……aunque no siempre lo consigo. Pasé de ser una persona con un certificado médico para no hacer deportes a ser una persona que hace deportes, o al menos que intenta hacerlo…
A los catorce años, murió mi padre biológico. Lo que me alivió, no tenía que explicar, porqué no sabía nada de él, porqué no vivía conmigo, porqué no me quería. A los quince años, mi madre conoce en Quito a quien quise como se quiere a un padre. Se casaron. Al principio no fue fácil, sentía que me quitaban un pedazo de mi mami. Ella cambió la política, el trabajo la libertad y hasta un poco de su desfachatez, por un matrimonio formal y burgues. Esté es otro cambio que influyó mi futuro. Él, un diplomático peruano, ex jesuita, fue destacado como Consejero Cultural en Santiago y allí se inició mi vida en Chile. Le debo a él, vivir en Chile, mi educación universitaria, su amistad, el haberse parecido a un padre. Me quedé un año viviendo en Ecuador con una familia amiga, muy querida, hasta terminar mis estudios (1974-1975) secundarios y me reuní con los míos en Santiago, donde viví hasta el año 1992. En 1975 conozco a quien sería mi esposo – Ramón- y padre de mi única hija y con quien inicio una aventura de amor y de “ires y venires” cuyo capítulo se cierra como pareja en el año 2009. Me casé dos veces con el mismo hombre, me divorcié una y estoy en proceso de divorcio por segunda ocasión. Divorciada dos veces del mismo señor!!! Grandes y hermosos recuerdos, pero también dolor en una larga relación matizada por profundos sentimientos y desencuentros, invadida de juicios que hasta hace poco pensé eran verdades, que alivio cuando descubrí que no lo eran. .
Mi llegada a Chile, a la mitad de 1975, estuvo marcada por grandes cambios, culturales, familiares y sociales. Escuchaba el hablar chileno con un sonsonete que me dolía los oídos y me sentía extranjera. Mi época de estudiante universitaria fue muy buena, protegida por el entorno familiar,-no siempre fácil- con buenos amigos y bastante aislada de la realidad socio política por la que se encontraba inmerso Chile (algo que me di cuenta muchos años después). Todos esos años viví en una burbuja de cristal. Conocí a gente increíble, formé lazos y redes que han perdurado ya por casi 40 años. Aún conservo amigos y redes de esa época.
Ingresé a la Universidad de Chile en el año 1975 y opté por ingeniería comercial con mención en economía, elegí la carrera pensando en que a través de ella iba a realizar mis aptitudes de la mejor manera y poder concretar mis sueños, soñaba con determinados trabajos y con cierto poder, quería hacer la diferencia e innovar en los lugares desde los que iba en el futuro a trabajar. En el 79 terminé los ramos y concursé para una beca en Escolatina-el programa de postgrado de la Escuela de Economía en esa época vigente. Hice un año y medio, rendí los exámenes pero no me titulé. A finales del 79 mis padres (así siento a mi padrastro) se fueron de Chile y son trasladados a Argentina. Ya mi hermana se había casado y hacía su vida en Israel, un matrimonio de esos de cuento. Tengo tres sobrinos artistas a quienes adoro.
En el 82 empecé a hacer mi seminario de tesis para optar al título de ingeniero comercial. Como me rio cuando recuerdo mis caídas por las calles de Santiago, mis rodadas de gradas en el metro, el atropello en plena Providencia, mi timbrada con la lengua que casi me electrocuta, el caminar y aplanar calles tomados de la mano con mi pololo. Esta identidad de peculiaridad que me persigue. JAJA
Cuando empecé a buscar trabajo- 1982- luego de titularme como economista, Chile atravesaba una crisis financiera profunda. Ingenieros comerciales con alto desempleo. Un profesor (Jorge Marshall) al que le guardo reconocimiento ofreció entregar mi CV en Ecuador,-donde según él -necesitaban profesionales jóvenes y dinámicos como yo o como él creía que era yo. Pocos meses después – septiembre del 82- recibí una oferta del Banco Central del Ecuador, donde pasé 18 años trabajando, hasta el año 2000, año en que por razones familiares me trasladé a vivir a Copiapó- reiniciando una vida familiar que cinco años antes había roto.
El 7 de enero de 1983 me casé en Quito, vinieron desde Chile, Argentina e Israel las familias de los novios, pasamos una luna de miel increíble en Galápagos, junto a mi hermana y su esposo. El padre de mi hija había llegado unos meses antes. Iniciamos una vida en común y los siguientes 12 años estuvieron marcados por diversas situaciones que deterioraron la relación. Ahora veo que conversábamos poco, teníamos expectativas diferentes y escuchábamos desde nuestra esquina.
En el año 1986 nació mi hija Carla María, quien debería llamarse Carla Milagros, pues al primer mes de gestación descubrimos que su padre tenía un cáncer a partir del cual quedo imposibilitado de tener más hijos. Carla, en el 2010 sufrió un accidente automovilístico- que al decir de los conocedores – pocos salen con vida. Ella ha logrado darle un sentido distinto a mi vida en varias ocasiones, me ha cambiado el rumbo de mis prioridades, ha hecho que el mundo parezca diferente y me sorprende hasta el día de hoy. Desgraciadamente algunas decisiones que he tomado en el transcurso de mi vida la han hecho sufrir y en ciertas épocas nos han distanciado, lo cual me ha causado mucho dolor y culpa. Estoy orgullosa de la persona que es, actualmente atravesamos una muy buena etapa. Su nacimiento marca otro un antes y un después.
En lo profesional, hasta el momento he podido hacer lo que he querido con mi carrera y cumplir con mis metas, he trabajado en organismos nacionales e internacionales, como servidor público generando valor en las instituciones en las que he tenido el honor de participar, al decir de “los otros” (colegas, jefes, equipo). Mi trabajo ha sido reconocido por mis jefes, por mis pares y por mis colaboradores en todas las instituciones en las que he trabajado. Al respecto tengo una sola experiencia negativa, que me causó resentimiento, ya superado.
Los 18 años de labores en el Banco Central del Ecuador, (1992-2000), aporté desde lo técnico al desarrollo de las políticas externas de mi país de origen. Fui miembro del equipo de programación macroeconómica sector externo, y me dedicaba a la coordinación, diseño y seguimiento de la programación económica del sector externo de la económica ecuatoriana, contraparte nacional de misiones Fondo Monetario Internacional. En esa época aprendí desde la elaboración de estadísticas, informes de política relativos a política cambiaria, endeudamiento, balanza de pagos y relaciones con organismos internacionales hasta la elaboración propuestas de política cambiaria, endeudamiento externo y monitoreo sector externo. Tuve una jefa que me enseñó muchas cosas que hasta el día de hoy me son útiles.

En el año 1994 me saqué un clavo e hice un master en ciencias en la Universidad de Londres. Viajamos a Londres, mi hija, la nana y yo. Mi esposo no viajó, nos visitó en Navidad. Fue un tiempo extraordinario, ese año Carla María vio a Santa Claus cruzar por los cielos de Londres (coincidentemente la noche de Navidad un reflejo de un trabajo de electricidad en un alto edificio). Fue grandioso.
En el año 1996 me divorcié (primer divorcio), esto marca una etapa complicada en mi vida y un estado de culpa muy grande. Posteriormente, durante casi cinco años mantuve una relación con una persona de la que aprendí mucho. Me enamoré y nos entendíamos bien.
En el año 1997 tuve la oportunidad de trabajar – a préstamo en el Ministerio de Finanzas y Crédito Público- primero como Asesora y luego como Subsecretaria del Tesoro y Crédito Público donde tuve a mi cargo más de 80 personas. Experiencia importante. Pasé una época muy buena, recuperándome sentimentalmente y dorada en lo laboral. Mi identidad se había movido, hacia una persona menos estructurada, más atrevida, pero aún con el deber ser incrustado en el cuerpo. Había novedad en mi vida, había movimiento.
En el año 1999 viajé a Washington como representante del Ecuador ante en Fondo Monetario Internacional (FMI), Asistente del Director Ejecutivo. Cuando era estudiante había imaginado mi carrera, y había declarado que quería hacer dos cosas, ser Subsecretaría y representar a mi país en el FMI. Cumplí las dos. Sin embargo mi estado de ánimo en Washington no fue bueno, estaba deprimida, culposa y con un problema de salud que me condujo a una crisis de pánico. A ello se sumó la partida de mi hija a Chile, quien no quiso regresar a vivir conmigo y se quedó con su padre. Mi hija nunca quiso viajar a Washington.
Adelanté mi regreso a Ecuador, pensando que de esa manera mi hija podría volver a vivir conmigo, no fue así. Empecé a visitarla en Copiapó, largos viajes primero desde Washington y luego desde Quito, era desgarrador, finalmente en un acuerdo con su padre, decidimos que lo mejor era que yo viviera en Chile. Las cosas entre los dos se fueron mejorando y en diciembre del año 2000 estuve de regreso en Chile, con hija y sin divorcio, pues en esa época al no existir divorcio en Chile, el que habíamos formalizado en Ecuador no era válido en Chile.
Renuncié al Banco Central del Ecuador, para viajar a Copiapó, en busca de reconstituir la relación con mi hija y consolidar la familia. Volvía a reinventarme. Sentía que debía luchar por ella y por la familia. Luego del divorcio, mi hija, quedó muy marcada y posteriormente con mi decisión de partir a Washington entró en un período de desajuste muy grande. Se había encariñado con mi pareja y con su familia y sentía que nuevamente la estaba desprendiendo de sus raíces.

Retorné a Chile, a reconstituir la familia, en el año 2000. Copiapó era mi destino, definitivo pensé, hoy lo definitivo no existe en mi vocabulario. Al principio fue duro, pero luego todo se hizo fácil, quemé todas mis naves, hice maletas y me vine dejando todo para empezar una nueva vida que durara para siempre… Nunca me arrepentí de esa decisión, a pesar de los acontecimientos de los años posteriores. Inicialmente estaba decidida a no trabajar, a ser una ama de casa a tiempo completo. Las cosas se dieron de manera diferente y en marzo de 2001 ingresé a la CORPROA donde permanecí por 6 años. Estuve encargada de elaborar documentos de realidad regional, facilitar articulación público/privada, formular proyectos y proponer estrategias de desarrollo y crecimiento para la región. Mi mayor logro fue levantar el Departamento de Estudios de la Corporación. Puse en marcha la estrategia del clúster minero en Atacama, generación de capital social, formulación de agenda a corto y mediano plazo, implementación de actividades y articulación de proveedores y mandantes sector minero.
La ciudad, no me gustaba, sin embargo estaba decidida a pasarla bien y a disfrutar lo que tenía. Sentía que había recuperado mi paz.
En el 2004 obtuve un Diplomado en Gestión de Empresas, dictado en Copiapó por la Universidad Católica, en la oportunidad tuve dos regalos, el premio a la mejor alumna y a la mejor compañera. Fue una época buena para volver a estudiar, tenía el mejor grupo de estudio, mi marido y mi mejor amigo. Muy competitivo y enriquecedor. Mi hija había viajado de intercambio a Bélgica. Mi relación con ella había sanado. Yo me había sanado.
En el año 2005 mi esposo sufrió una pérdida importante en los negocios que lo condujo a una depresión muy grande y que significó su internación en una clínica por 51 días. En ese tiempo me hago cargo de todas sus cosas y de salvar los negocios. Toda esta etapa me hace recordar los malos ratos pasados en Ecuador por cuestiones de brillantes ideas de negocios y mala ejecución. Para esa época mi hija ya no vivía en Copiapó y había partido a estudiar en Santiago. No hubo síndrome de nido vacío.

Posteriormente por diez meses, en el año 2007, luego de renunciar a la CORPROA, me dediqué a la consultoría privada (BID-PROCHILE-CORFO). En septiembre de ese año ingresé como directora a la Agencia Regional de Desarrollo Productivo (ARDP), encargada de planificación estratégica, articulación público-privada, desarrollo territorial, competitividad, emprendimiento e innovación. Tuve el honor de que la ARDP sea considerada como caso de éxito y la primera en convertirse en Corporación, donde fui su gerente y que actualmente funciona.
En noviembre del año 2009, el mundo que creía perfecto se me desmorona. Me encuentran tirada en la cocina, mi corazón latía a 28 pulsaciones por minuto. Me pusieron un marcapasos. Paso un año 2010, enferma de cuerpo y del alma. Me toma casi dos años y medio salir de este estado de ánimo y aceptar lo sucedido. Hacerme cargo de lo que tenía que hacerme cargo y entender lo que tenía que entender. En estas condiciones a mediados del 2011 conozco a Fernando Flores, importante hito en mi vida, a quien le estoy eternamente agradecida. Prácticamente, sin conocerme me tendió una mano, confió y creyó en mí, en un momento en que me inundaba mucha desesperanza. En esta época se me mezclan las fechas y los años. Lo que sabe y transmite Fernando a través de su propia experiencia, de sus hijas y de las personas que lo apoyan me ha cambiado el switch, me ha obligado a interpretar e reinterpretar, a entender y a desentender, a aprender pero sobretodo a desaprender.
A finales del 2011 decido renunciar a un trabajo del cual me sentía orgullosa, pero donde me sentí maltratada. En menos de lo que canta un gallo había perdido todo lo que me ataba a Copiapó, la familia y el trabajo. En la época en que pensaba tenía todo, no cultive amistades ni actividades alternativas, mi mundo se dividía en tres: el trabajo, mi marido y mi hija que estaba encaminada, así creía que lo tenía todo y era feliz. Cuando desperté, empecé a ver las cosas de otra manera, a salir, a ver a mí alrededor, a sonreír, a ser menos gruñona.
A partir de abril del 2012 trabajé por más de un año en Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC) como Asesora encargada de identificar actores claves de la región de Atacama y apoyar en la generación de vínculos con el CNIC en la región. La verdad es que disfruté de este trabajo que me ha dado libertad, me ha permitido pensar de otra manera y cerrar círculos, a través de él conocí y colaboré con personas que me abrieron mundos, Pepe, Mario, Camilo.
A principios del 2013 ya mi vida es otra, mis identidades son otras recupero parte de mi “ecuatorianidad”, retomo mi alegría y hasta mi desfachatez y empiezo a gozar con un goce genuino lo que hago. Me dedico a la asesoría, me arriesgo y viajo por casi dos años a Colombia a un proyecto de implementación de rutas competitivas, me cambia el mundo, conozco nuevas personas, hago nuevos amigos, ingreso al WEST, me apropio del Dwelling y cultivo paz, serenidad, sorpresa y agradecimiento, me pregunto ¿si soy otra o soy la misma que era cuando estaba bien conmigo misma? ¿Cuándo dejé de estarlo? No lo se, pues considero que he disfrutado – ex post-hasta en la infelicidad, he sobrevivido las adversidades, me he enfrentado y he peleado mis peleas con identidades rígidas y me he visto evolucionar hacia la flexibilidad y la adaptación.
Posteriomente trabajé y viví por casi dos años en Colombia, gozé grandes momentos, redescubriendo los verdes y los colores que había olvidado de tanto vivir en el desierto, y que me motivó a escribir la siguiente reflexión que de alguna manera me devuelve a una identidad básica:
"Me había olvidado que había olvidado que la lluvia puede secarse al entrar en contacto con la piel.
Me había olvidado que había olvidado que la gente se baña en ríos anchos y obscuros.
Me había olvidado que había olvidado que es posible recorrer 100 kilómetros en tres horas por sinuosas y caprichosas vías angostas.
Había olvidado que me había olvidado que los plátanos crecen irreverentes a lo ancho y largo de las sabanas.
Había olvidado que me había olvidado que las piñas se apilan en las carreteras, ofreciéndose seductoras al paladar.
Me había olvidado, que gran olvido, que los llanos se visten de variedad de verdes….verdes diferentes, verdes nuevos, verdes antiguos. Verdes verdes”
Han pasado los años, de regreso en Chile, con un aluvión de por medio, vuelvo a mirar hacia Santiago, y gracias a manos amigas me encuentro donde estoy ahora, en paz y con un trabajo que me gusta.
Que difícil resumir 60 años de vida, en un sinnúmero de ocasiones, me he dado la libertad de entretejer mi historia en más momentos y en más historias, a la suma de una buena vida, difícil decir quien soy, porque soy un montón de momentos, diferente en distintas situaciones, con distintos roles e identidades. Con cambios a los que puedo achacar acciones o construcción de formas distintas de ser. Soy lo que soy en parte gracias a quienes han estado cerca mio, con ellos, por ellos e incluso a pesar de ellos. Soy el resultado de mi evolución e involución, donde los pesares han servido para fortalecerme, las culpas me han ayudado para crecer, las alegrías para hallar más liviano y justo el camino. Al final del día hay un agradecimiento porque el saldo es altamente positivo. Y aquí estoy, tratando de reinventarme, montando bicicleta, caminando, practicando meditación, mejorando mi estado de ánimo, dispuesta a tener novio, orgullosa de mi hija, de mis logros, de mi vida, de mi madre, de mi hermana y de mis amigos y de todos con los que he mantenido conversaciones a lo largo de mi vida. Estoy reivenmtandome cada día en un camino que es incierto pero cuyo trayecto me seduce.

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